El otro día os contaba cómo aparecieron los celos en mi pareja. Hoy os voy a contar más episodios, ya que, una vez que aparece el fantasma de los celos, cada vez es más y más monstruoso.
Al volver del viaje de novios, después de aquel episodio tan grotesco, estuvimos unos días bastante bien. Imagino que la «novedad» de nuestra nueva vida de casados, la nueva casa, en un nuevo destino… Estábamos lejos de nuestras familias y amigos (sí, yo aún conservaba mis amigos).
Con el paso del tiempo, fueron apareciendo ya conductas que no debería haber dejado pasar, pero lo hice, recordad que yo estaba bajo su influjo totalmente. Sin yo saberlo, un día cogió mi móvil, y empezó registrar todas mis conversaciones y todo lo que tenía desde que me instalé facebook y whatsapp, y os digo que los tenía desde que se inventaron así que imagináos.
Jamás se me pasó por la cabeza que fuera a hacer eso, y que le diera una importancia que no tenía ya que nada afectaba en el momento de mi vida en el que estaba. Repito, por suerte, todos tenemos un pasado, experiencias previas, tanto él, como yo, como todos. Maldita la hora. Durante unos días no me dijo nada… pero de repente, sin venir a cuento, me sacaba algún párrafo, algún episodio, de alguna relación anterior. Y lo hacía para atacarme. ¡Y yo no entendía nada!
Incluso utilizó una red social mía para abrirse un perfil en una app de citas, cosa que descubrí. Aun sabiendo que yo lo sospechaba, no lo reconocía. Empecé a decir que alguien me había hackeado facebook, que iba a denunciarlo, que eso era un delito… y él, callado.
Cualquier tontería era motivo suficiente para que él me empezara a echar en cara mil cosas, ¡que con él ni iban ni venían! ¡Yo nunca le eché en cara nada de sus relaciones anteriores! Sí que, para ser justa, una vez se me ocurrió decirle en broma que todas sus amistades en facebook eran chicas… y lo dije sin ninguna mala intención, pero según él ahí demostré que era una celosa empedernida… Y yo, acabé pidiéndole perdón.
Se llegó a mandar a su correo electrónico conversaciones mías privadas de antes de conocerle, capturas de pantalla… horrible. Y, de repente, lo sacaba a relucir, y encima dándole la vuelta de tal forma que cualquier parecido con la realidad era pura coincidencia.
Puse clave en el móvil, puse no visibles los contactos de facebook, hice privado mi perfil de twitter… y no porque escondiera nada, simplemente no me daba la gana que me espiara, ni que utilizara mis cosas privadas para luego atacarme y justificar sus celos.
Con el tiempo, conseguí un trabajo, y había tres semanas de formación. Pues más de un día me tenía que acompañar para ver a mis compañeras/os, para controlarme. Creo que por esos días tuvimos otra discusión por sus celos, y me dijo que tenía razón, que estaba trabajando para solucionarlo, que había llamado a una psicóloga… ¡era mentira! Ni se arrepentía, ni tenía intención de corregir nada. Era nuevamente una manipulación. Y era yo la que le pedía perdón.
La primera persona con la que tuve que dejar de hablar fue con mi mejor amigo, por lo que ya os conté. Y poco a poco me tuve que ir alejando de mis amigas. Ciertamente él jamás me decía que no quedara con mis amigas, pero hay formas de dejar claro que si quedaba con ellas, luego habría lío.
Antes de casarnos, quedé con mi amigo para presentarle a mi ex, y resulta que a la hora de salir de casa para acudir a la cita, se puso muy malo y se metió en la cama. Pues nada, le dije, voy yo, y luego vuelvo… Era otro chantaje. Me reconoció con el tiempo que él lo hizo para que yo me quedara con él a cuidarle y no fuera a ver a mi amigo… ¡Otra señal de alarma que no vi!
Hubo un episodio, que fue el más duro que recuerdo, en el que quería por todos los medios que le diera mi móvil desbloqueado para ver con quién hablaba, porque estaba convencido de que hablaba con alguien «que me estaba comiendo la cabeza», y todo porque yo aún me rebelaba contra esos celos.
Evidentemente no quise darle mi teléfono desbloqueado, no tenía nada que esconder, pero todos tenemos derecho a la intimidad y mantener una parcela de nuestra vida privada. Pues ahí sí que se puso violento, me agarró de los brazos, me empujó contra la pared, me gritaba, me exigía que le diera el «puto teléfono»…
A mí me dio un ataque de ansiedad, volví a ver en sus ojos al monstruo. Y me quería ir de casa. Él me escondió las llaves de casa, me dijo que no me iba a ningún lado, que si me iba era para siempre. Yo le dije que eso no era normal, que no tenía porqué permitirlo, y me dijo que me agarró para que me tranquilizara… en fin. Nuevamente lloros, discusión, y Martina pidiendo perdón.
Algo en mi cabeza ya empezó a pensar que no era nada normal lo que estaba viviendo. Pero estaba tan «enganchada» a él, que todo lo justificaba, todo lo creía, todo lo perdonaba.
Y así os podría contar mil más.
La explicación a sus celos era siempre que me amaba, y que no quería perderme, y que tenía miedo y bla bla bla. Manipulación pura y dura. Y nuevamente yo le pedía perdón, y ya empezaba a no hablar con nadie, ni hacer nada, ni decir nada que pudiera dar lugar a que esos celos se manifestaran otra vez.
Los celos jamás pueden ser una señal de amor, al contrario, son puro control, desconfianza, mentiras, manipulación, chantaje. Y las herramientas con las que «juega» con esos celos, forman parte del maltrato psicológico.
Me da mucha pena ver a niñas jovencitas encantadas de que sus novios sean celosos, porque eso es que las quieren mucho. ¡No! ¡Al contrario! Si te quiere confiará en ti, te dará libertad, compartiréis confidencias, tendréis cada uno vuestro propio espacio. El amor no es control. Nunca lo olvidéis.
Martina.