Cuando el pasado atormenta el presente.
En la batalla contra la violencia de género, quienes hemos sido víctimas nos enfrentamos a desafíos emocionales complejos a diario.
Tras escapar del abuso, muchas empezamos el camino hacia la recuperación y la sanación. Sin embargo, hay momentos en los que el pasado regresa de repente, y el trauma vuelve a salir, afectando profundamente nuestro presente.
Llevaba muchísimo tiempo sin escribir porque creía que era seguir dándole vueltas a lo mismo, pero después de lo que está pasando este verano y de cómo me estoy sintiendo, necesitaba compartir esto con vosotras. Tres mujeres asesinadas en una semana, el que todo el mundo se crea con derecho de opinar sobre porqué denunció o no, porqué seguía con su maltratador o no, las órdenes de alejamiento que, nunca me cansaré de repetirlo, NO SIRVEN PARA NADA…
Estuve otra vez con pesadillas, con muchísima ansiedad que aún me dura, y otra vez con miedo a salir, quedándome en casa… en mi sitio seguro.
El proceso de superar la violencia de género es una travesía llena de altibajos. Cuando creemos que hemos avanzado en nuestra recuperación, una situación, un sonido o incluso un gesto pueden desencadenar recuerdos dolorosos, transportándonos de nuevo a esos momentos oscuros que tanto deseamos olvidar.
Ya me pasó en el trabajo como creo que ya os comenté. Una compañera me trataba bastante regular, hasta que hubo un día que fue como ver al «ser» reflejado en ella, me quedé paralizada y acabé con un ataque de ansiedad y volviendo a la psicóloga. Y situaciones en el día a día en la tienda que me llevaron a unos niveles de ansiedad brutales. Al final, dejé el trabajo por salud mental.
Revivir el trauma despierta una marea de emociones intensas y abrumadoras. La ansiedad, el miedo, la ira y la tristeza pueden desbordarse sin aviso, sumergiéndonos en un torbellino emocional que nos deja sintiéndonos vulnerables y desesperados. Y, lo peor de todo, al menos para mí, no dejar de preguntarte si esto va a terminar alguna vez… Si serás capaz de volver a ser una persona «normal» (ya me entendéis a lo que me refiero).
Enfrentarnos al trauma pasado puede hacer que sintamos que estamos atrapados en un ciclo interminable. Es posible que nos preguntemos por qué seguimos atados a nuestro pasado, incapaces de liberarnos completamente de sus cadenas. Esta sensación de impotencia puede dificultar aún más el proceso de recuperación. A veces pienso que es como si el maltrato durara para siempre, ya que, a pesar de haber dejado al «ser», haber trabajado con la psicóloga durante mucho tiempo… el daño sigue en nosotras día tras días. Las secuelas son terribles y llego a pensar que nunca se van a ir.
Es vital recordar que revivir el trauma no es un signo de debilidad, sino una reacción natural ante una experiencia traumática. La mente y el cuerpo tienen mecanismos para protegerse, y revivir esos recuerdos puede ser una manera de procesar lo sucedido y dar sentido a nuestro dolor. Pero ese dolor aún duele más.
En momentos así, el autocuidado se convierte en una herramienta crucial. Dedicarnos tiempo a nosotras mismas. Practicar actividades que nos den alegría y calma. Y, sobretodo, buscar el apoyo de seres queridos o profesionales, son pasos fundamentales para mantenernos emocionalmente fuertes durante este proceso.
No debemos cargar solas con el peso del trauma revivido. Contar con un sistema de apoyo sólido es fundamental. Busquemos confiar en amigos, familiares o terapeutas que nos escuchen sin juzgarnos y nos brinden un espacio seguro para compartir nuestras emociones.
¡Recordad que pedir ayuda no es malo sino todo lo contrario! Es un signo de que somos capaces de reconocer nuestros sentimientos y emociones y que queremos ponerle solución.
No sintáis como una derrota volver con la psicóloga. La terapia puede ser una herramienta valiosa para afrontar el trauma revivido. Trabajar con un profesional especializado en trauma puede ayudarnos a comprender nuestras reacciones y encontrar estrategias para lidiar con esos momentos desencadenantes.
En mi caso donde me están ayudando (y creedme que no exagero cuando digo que me han salvado la vida) es en la Casa de La Mujer, en vuestra localidad seguro que hay algún estamento, centro, asociación… y si no, nunca lo dudéis: 016.
Sanar del trauma de violencia de género es un viaje único para cada una de nosotras. Es importante permitirnos a nosotras mismas el tiempo necesario para sanar y no comparar nuestra recuperación con la de las demás. Aceptar que revivir el trauma es parte de nuestro proceso nos ayudará a avanzar hacia una vida más plena. Y que, como en todo, no siempre vamos a estar bien. Estar mal es normal. E incluso diría que a veces es necesario como empujón para seguir en el proceso de sanación.
Revivir el trauma es una experiencia dolorosa pero también una oportunidad para seguir sanando y creciendo. Es una señal de que nuestro interior necesita ser atendido y curado. Con el apoyo adecuado, el autocuidado y la aceptación de nuestro proceso, podemos avanzar hacia la reconstrucción de nuestras vidas y encontrar la fortaleza para enfrentar el presente con valentía y resiliencia. Juntas, podemos superar las heridas del pasado y construir un futuro más esperanzador.
Recordad que, a pesar de todo y de todos… ¡no estamos solas!
Un abrazo mis guerreras.
Martina.