«Estás loca»

Tantas veces me dijo «estás loca» que me lo acabé creyendo. También ciertas «conductas» que se repetían tan a menudo, que realmente me hacían plantearme que lo estaba. Os cuento algunas.

Nuevamente es una técnica muy sutil, pero demasiado efectiva cuando se reitera de manera continuada en el tiempo. Descubrí hace poco que se llama «luz de gas». ¡Y anda que no ayuda ponerle nombre a algo que has vivido y no comprendías!

Un ejemplo son las mentiras. Mentiras constantes. Mentiras en tonterías. Pero mentiras que te hacen dudar de ti. Decirte una cosa, y al día siguiente negarte que te lo ha dicho. Contarte tal historia, y luego contarte una versión diferente. Y, cuando tú dices… ¿pero no era esto otro? Vienen los… ¡qué va! ¡nunca he dicho eso! ¡lo entendiste mal! ¡estás loca!… Y así día tras día, y en cosas banales, en cosas que tú sabes que no son así, pero te lo dice tan convencido, que dudas de ti misma, de que posiblemente él tiene razón y tú estás equivocada.

Otra manera es que son especialistas en darle la vuelta a las situaciones para que al final ellos sean la víctima. Cuando le «reprochas» algo que no te ha sentado bien, o no te ha gustado su actitud… te dice que «eres una exagerada», «ya estás haciéndote la víctima», «no seas tan dramática»… y, nuevamente, vuelves a dudar de tu percepción de la realidad, que no coincide con la suya, y lo ves tan seguro, que le crees. Y eres tú la que está equivocada.

Te hace sentirte culpable constantemente, pero es «porque te quiere». Si se va a tomar café, y desaparece durante tres días en los cuales no tienes noticias, o si las tienes, son justificaciones a las que más te vale no enfrentarte, es por tu culpa, porque tú haces que necesite irse de fiesta tres días con los amigos.

Si discutís porque llega un punto en el que el dolor que sientes es inaguantable, es por tu culpa, eres demasiado sensible, él solo quiere protegerte, por eso te grita, para que entres en razón y veas que tú estás equivocada. Es por tu bien, ya sabes.

Y así todos los días en cualquier momento.

Si a estas dudas que te genera su comportamiento, le sumas la tensión que acumulas porque nunca sabes cómo va a reaccionar, vives en un estado de alerta permanente… El estrés ya hace estragos en ti y a mi lo que me pasaba es que no me salían las palabras, no sabía hablar de forma coherente. Tenía lagunas mentales. Me sentía tan anulada que no era capaz ya ni de razonar. Realmente parecía que me había vuelto loca.

Pero no… no lo estaba. Él se había encargado de que yo me sintiera así para tener control total y absoluto sobre mí. Y ese es su principal objetivo: el control.

Estuve así durante años, me convertí en un ser inerte, en un mueble, en un robot que actuaba de forma mecánica. Cuando tenía que decir algo, el esfuerzo mental era inmenso pensando las palabras que iba a utilizar para que no se enfadara. O para decir lo que él quería oír y evitar una nueva discusión.

El desgaste mental es tal, que me miraba al espejo y no me reconocía. Había dejado de ser yo. Era una marioneta. Su marioneta. Y me di por perdida…

Gracias a Dios, una vez que sales de esa cárcel, con muchísima terapia, y aprendiendo cómo actúan estos vampiros, vas poquito a poquito recuperando tu esencia, tu carácter, tus capacidades… Es algo en lo que hay que trabajar mucho. Pero que somos capaces de superarlo. No estamos locas. No somos culpables. ¡Tenedlo claro!

Martina.