Tras la horrible semana de crímenes machistas, y, sobre todo, tras el asesinato de ayer en Zaragoza, me ha dado por pensar en qué está pasando.
Esta última mujer había rechazado todas las ayudas que le habían ofrecido. Su expareja tenía orden de alejamiento que se saltaba continuamente, pero no solo sobre ella, si no también sobre su propio padre, y sobre parejas anteriores… Es decir. Maltratador con muchas órdenes de alejamiento, que se dan por algo, que incumple de forma reiterada y sigue en la calle.
Hoy he leído que fue ella la que se saltó la orden acudiendo a casa de su expareja, no sé si siendo consciente o no del peligro que ello conllevaba. En la última revisión policial no vieron que tuviera riesgo alto.
Se lanzan campañas todos los años para animar a las víctimas a denunciar, cada vez contamos con más ayuda tanto institucional como de asociaciones. Pero la realidad parece ser bien distinta.
Muchas no denunciamos nada más alejarnos de nuestras parejas porque nos da pena, ¿cómo vamos a fastidiarle la vida? (Qué ingenuas somos, de verdad). Otras tampoco denunciamos por el miedo al después. Ese fue mi caso.
Cuando yo por fin me fui de casa, mi ex empezó una campaña de acoso y derribo que casi consigue acabar conmigo. Eran horas y horas mandando whatsapp con todo tipo de amenazas, coacciones, chantajes, vejaciones… Tan pronto se hacía la víctima como, al ver que no le seguía el juego, se convertía en un ser maligno que atacaba con toda su ira donde más dolía. Docenas de llamadas. Insultos… En ese momento es cuando tenía que haber denunciado, en ese momento es cuando mi vida corrió más peligro, porque él estaba fuera de sí. Había perdido el control sobre mí y eso le volvía loco. Y, como bien me recordaba él mismo, cuando no tiene nada más que perder, le daba igual todo.
Pero yo me negaba a denunciar. Inocente de mí pensaba que podía manejar esa situación yo sola. Situación que generó aún más estrés del que ya llevaba acumulado después de tanto tiempo. Situación que, un día, me llevó a coger el coche en pleno ataque de ansiedad, mientras él teléfono sonaba y sonaba sin parar con sus insultos y sus amenazas, dispuesta a matarme. Porque no aguantaba más. Me había ido de casa para escapar de esa situación y estaba siendo mucho peor. Pensé que la única forma de acabar con esa tortura era matarme. Y ahí fue cuando, no sé cómo ni porqué, mi cabeza dijo… 016. Y esos ángeles me salvaron literalmente la vida.
Nunca me han forzado a denunciar, jamás. Eso es totalmente un bulo. Sí es cierto que tanto la trabajadora social, como la abogada que vio solo algunas capturas de pantalla y dijo que con eso había más que suficiente, como la psicóloga, me aconsejaron que lo denunciara por mi propia seguridad… Pero en ese momento, aún con todo lo que estaba sufriendo por SU culpa, me daba lástima. Sí, mi ex, mi maltratador, me daba pena. ¿Quién era yo para denunciarlo y «joderle la vida»?
Fijaos si él era consciente de lo que me estaba haciendo, que en sus momentos de victimismo, me decía que se iba a denunciar él mismo… Más manipulación de la suya.
El caso es que, tras llamar al 016 y empezar a verbalizar todo lo que llevaba dentro, me quité un peso de encima terrible. Se lo dije a mis padres, que me veían sufrir, pero como yo no les decía nada, no sabían cómo ayudarme. Empecé la terapia. Y poco a poco fui sacando ese veneno que me había inoculado. En ello sigo. Pero contarlo fue la segunda mejor cosa tras dejar a mi ex.
El acoso ha seguido hasta hace bien poco, un año y medio de acoso. También es verdad que, listo como es, bajó el nivel mucho en cuanto a amenazas y esas cosas… Ahora se centraba en el chantaje emocional, en machacarme, en hacerme sentir mal, culpable… Y de verdad que ahí, ahora que me encontraba más fuerte, me planteé en serio denunciar para poner fin al acoso. Pero nuevamente pensé… ¿merece la pena, ahora que parece que está un poco más calmado, alimentar a la bestia? ¿Estoy dispuesta a remover otra vez todo? ¿Me va a hacer bien enfrentarme a él en un juzgado? Y al final, tomé la decisión de no hacerlo.
Evidentemente, en el momento en el que vuelva al ataque, ahora sí que lo tengo más claro que nunca. Pero yo sólo quería que me dejara en paz, y parece que, por fin, y de momento (ya os conté el otro día que sigo estando alerta porque es como una calma tensa) se ha olvidado de mí.
Y eso era lo que yo quería. Que me dejara en paz.
Pero, al mismo tiempo, estos días que he estado de bajón, le he llegado a echar de menos, a recordar cuando lo conocí y era «aparentemente» tan perfecto, a añorar los momentos buenos… Gracias a que tengo en un papel enfrente de mi escritorio todo lo que me ha hecho, y a escribir este blog, en seguida entro en razón y le quito la piel de cordero al lobo depredador que es. Pero bueno, imagino que forma parte del proceso.
Esta semana tengo consulta con mi psicóloga… seguimos trabajando en sanar. Y lo voy a conseguir. Lo vamos a conseguir.
¡Un abrazo muy fuerte y gracias por leerme!
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Martina.