Con lo que estuve trabajando la autoestima con mi psicóloga… y lo difícil que es recuperarla.
Ya os conté que he pasado unas semanas un poco regulares. Cuando pienso que ya estoy bien, me siento y hablo conmigo misma. Pero veo que una cosa es lo que quiero mostrar y otra es como me siento en realidad.
Y lo peor de todo, es que no creo que tenga motivos para encontrarme así… Estoy feliz en el trabajo, tengo unas compañeras geniales, apenas siento la agorafobia, voy siendo capaz de «enfrentarme» de forma asertiva a los conflictos… Pero hay algo, algo que no sé qué es, que me tiene con una ansiedad tremenda.
Intento poner en práctica todas las herramientas que he adquirido en la terapia y en este proceso de sanación pero no puedo. No encuentro ese trasfondo y, si no lo encuentro, no puedo trabajarlo, y eso me genera más ansiedad todavía.
De hecho, me estoy planteando seriamente pedir cita con la psicóloga. A parte de que tengo muchas ganas de verla, ya que desde que me dio el alta, no he ido a verla… para pedirle ayuda.
Sí, pedirle ayuda. Porque pedir ayuda cuando se necesita es fundamental, es inteligente, es sano, es un paso valiente… y eso es algo que tengo grabado a fuego.
Por eso escribo este post. Porque quiero que sigais viendo que el proceso es largo, es duro, que es una montaña rusa… Pero que también esas cuestas cada vez son más suaves, más llevaderas, menos abruptas… Y que, si hemos podido superar lo peor, estos pequeños tropiezos nos tienen que servir para levantarnos con más ganas y más ánimo todavía.
Suena incongruente, porque realmente estoy feliz y contenta… pero algo en mi interior está vacío, algo en mi alma no termina de cicatrizar. Y no encuentro por dónde se me escapa la energía.
Así que en eso estoy trabajando ahora. En averiguar qué me pasa para poder trabajar en solucionarlo.
Recordad lo que siempre os digo: permitíos no estar bien, tener bajones… no os sintáis culpables. Y lo principal, si os sentís mal, no lo ocultéis. Contarlo ya libera.
¡Un abrazo enorme mis guerreras!
Martina.