Esto no para. Cada día siguen subiendo las «cifras de la vergüenza». Asesinatos, intentos de asesinato, agresiones… No puedo dejar de sentir en el alma cada caso. DEP.
Los expertos coinciden en el que el fin del estado de alarma ha hecho que los hombres sientan que han perdido el control sobre sus mujeres. Ya sabéis que algunos se creen nuestros dueños y señores. Y esa sensación de pérdida de control es lo que está haciendo que aumente la violencia de género.
Para mi proceso de sanación está suponiendo un mazazo. Leer cada día en la prensa nuevos casos, saber sus historias… Por un lado me hace estar orgullosa de haber podido escapar de mi relación tóxica, pero por otro, me hunde la moral. Me dan ganas de tirar la toalla. No le veo fin a esta masacre (sí, para mi es una masacre).
Y encima me siento agradecida porque, dentro de lo malo, a mi nunca me pegó. Solo me agarró los brazos, me levantó la mano, golpeó muebles, pegó puñetazos al salpicadero del coche… Pero a mi no. Lo mío «solo» fue maltrato psicológico. Y esto crea en mi mente una mezcla de sentimientos horrible.
Creo que estoy viendo cada vez con más claridad de dónde he logrado salir. Lo que me podría haber pasado de no haber sido valiente. También me arrepiento de no haberlo denunciado, porque me siento culpable de si le hará lo mismo a la siguiente… Pero no tuve fuerzas en su momento, y cuando más decidida estaba, porque no paraba el acoso… Desapareció.
Esa falta de «noticias» me generó mucha angustia, porque ya no sé por dónde puede venirme. Pero hablándolo con mi psicóloga me dijo que no puedo vivir pendiente de dónde va a ser el próximo incendio. Simplemente tengo que saber que, cuando haya un incendio, tengo que actuar conforme a la situación. Y dándole vueltas a eso ya estoy más tranquila. Confío en que sabré actuar y ya no tengo tanto miedo.
Pero, vuelvo a repetir, en este mes y poco que llevamos tantas mujeres asesinadas, menores… tanto dolor, tanto sufrimiento… Y las que hay que aún no han salido de esas relaciones. Las que aún no se atreven a dejar a sus maltratadores. También las que ni siquiera son conscientes todavía de lo que están viviendo…
Me siento muy impotente. De verdad que no sé ya ni qué pensar. Mi cabeza va a estallar cualquier día.
Intento poner en marcha las herramientas para relajarme, para centrarme, para que los sentimientos negativos se diluyan… ¡Pero es que es todos los días!
Aún así, sigo con mi compromiso de poder devolver de alguna manera la ayuda que la sociedad me está prestando, y de poder ayudar a esas mujeres que aún están a tiempo. De acompañarnos entre todas. De hacer una realidad el lema de «no estás sola».
Recordad, hay que aceptar tener momentos de bajón, pero hay que aprovecharlos para sacar algo bueno. Resiliencia es nuestro objetivo.
¡Un abrazo fuerte guerreras!
Martina.