Este post le va a pillar por sorpresa, pero quiero y necesito escribirlo.
Que hay personas tóxicas lo tenemos muy comprobado. Pero que también existen las personas vitamina es algo a lo que no le damos la importancia que merece.
Una persona vitamina es aquella cuya simple presencia nos reconforta, nos genera confianza, nos hace sentirnos bien, nos genera energía positiva…
Y, a parte de mis amigas, tuve la gran suerte de conocer a una persona así prácticamente recién «escapada» de mi «cautiverio».
El destino quiso que me sentaran a su lado el primer día de clase, que fue a los tres días de haberme ido de casa. Es decir, es la persona que me aguantó durante los peores meses de acoso por parte del «ser».
Me vio llorar, llegar a clase con la cara hinchada de pasar la noche en vela y llorando, dormirme por la medicación… Aguantó mis malos momentos, me hizo sonreír, me escuchó, aguantó mi descubrimiento del reggaeton, me ayudó con el curso, a conectar con el mundo actual (recordad que yo es como si hubiera estado secuestrada cinco años)… y todo ello sin tener porqué. De hecho, es la única persona de ese curso con quien mantengo una amistad.
Me ha seguido apoyando en mis proyectos, su ayuda ha sido impagable, y cuando hablo con esta persona, es eso, que me recarga las pilas solo con su tranquilidad.
Una persona que, de forma totalmente inconsciente, ha seguido ahí a pesar de todas las «chapas» que le soltaba, que hemos tardado casi dos años en volver a vernos, aunque hablamos de cuando en cuando, y todo sigue igual. Que ha confiado en mi y, sobre todo, que me ha animado y me ha ayudado sin saberlo a ir recuperando un poquito la autoestima y a creer en mi. Porque si una persona «ajena» cree en mi, ¿porqué no voy a hacerlo yo?
Y ahí está la gran diferencia. Que estoy convencida de que es así por naturaleza y que probablemente no sea consciente de esto.
Y es por eso que quería escribir estas palabras. Porque se lo merece. Porque ha sido un regalo y una parte importante en mi recuperación. Y porque, qué leñe, me apetecía decírselo de forma «pública».
Me imagino su cara cuando lea esto… ¡Estoy totalmente segura que no se lo espera! Pero me ha ayudado tanto de manera totalmente desinteresada que necesitaba decírselo.
¡Y mira que podría ser su madre! Pero tiene una madurez, una paciencia, una inteligencia… Ha sido un regalo del cielo.
El destino lo puso en mi camino, y, esté el tiempo que esté ahí, nunca podré terminar de agradecerle simplemente su presencia. Y espero que este post no cambie nada ni se sienta en la obligación de actuar de otra manera o cualquier cosa. ¡Solo con que siga siendo como es ya es más que suficiente!
¡GRACIAS INFINITAS!
Ojalá muchas personas así en la vida de todos. Me quedo con una palabra/expresión que se ha convertido en mi lema… ¡actitud!
Un besazo enorme.
Martina.